La voz narrativa en "Nadie los vio Salir" de Eduardo Antonio Parra.
Autora: Denise Oyuki Castillo. Ponencia presentada en el Encuentro de Estudiantes de Lingüística y Literatura en la Universidad de Sonora (Unison).
En el 2000, Eduardo Antonio Parra, gana el Premio Internacional Juan Rulfo con Nadie los vio salir . La narración se ubica en un congal de ínfima categoría, donde una joven pareja trastoca la cotidianidad para crear una nueva visión de la vida en la narradora y en los demás personajes del cuento. En el presente ensayo, trataré de localizar los espacios, el tiempo de la historia y la voz narrativa del cuento, basándome en las ideas que Luz Aurora Pimentel utiliza en El relato en perspectiva. Parra ubica al lector en un congal en el páramo fronterizo, una madrugada cualquiera. La narradora testigo - que carece de nombre en el relato - es un personaje al que nos enfrentamos – según afirma Bajtin- únicamente a partir de la historia plasmada en la obra literaria, por lo que el carácter psicológico es conjeturado.
La narración abre con una analepsis: “Llegaron a eso de las tres cuando los músicos todavía no se cansan y avientan cumbias y corridos como si estuvieran empezando.” La visión del congal se presenta a partir de la focalización de la voz narrativa, que según explica Oscar Taca el narrador cuenta pero da pausas para reproducir lo que los otros personajes dicen. La descripción de la narradora realza la decadencia del ambiente: “Como aquí no hay clima, lo único es echarse unas frías. Esos ventiladores del techo nomás sirven para revolver los olores; diario los mismos: sudores, cerveza, meados, perfumes, cigarro y hasta vomito” . La narración ésta enriquecida con los detalles que el autor intercala en voces y discursos que se difuminan en la voz narrativa.
La joven pareja llega al congal, llama la atención por la belleza que contrasta con los bebedores asiduos, los gringos, los negros y nacionales que llegan hasta esos barrios. La narradora, como testigo de la historia, participa en menor grado en la
s acciones de los personajes y limita su narración a lo que observa, siguiendo a la pareja a manera de Vouyer, desde el primer cubetazo de cerveza. Isocronicamente, la narradora presenta a su acompañante: Don Chepe, un viejo jubilado y medio sordo, que llega en las noches a invitarle una cerveza, recordando los años pasados: “con los años a él se le fue muriendo poco a poco la hombría y yo, pues dejé el atractivo por ahí” .
s acciones de los personajes y limita su narración a lo que observa, siguiendo a la pareja a manera de Vouyer, desde el primer cubetazo de cerveza. Isocronicamente, la narradora presenta a su acompañante: Don Chepe, un viejo jubilado y medio sordo, que llega en las noches a invitarle una cerveza, recordando los años pasados: “con los años a él se le fue muriendo poco a poco la hombría y yo, pues dejé el atractivo por ahí” . La narradora, a través de la voz y la mirada, presenta a los demás personajes: los gringos borrachos que llegan al congal con “bermudas floreadas y sombreros de zapatistas”; las mujeres que los acompañan “rubias y flacas”; y Marcial, el dueño del lugar que trata de complacerlos y darles el mejor lugar para que gasten muchos dólares en alcohol y con sus “pupilas” en los cuartos. Los cambios que introduce la narradora son para Luz Aurora Pimentel pausas descriptivas, en las cuales no están implicada la conciencia o la contemplación de algún personaje sino un a descripción que se detiene en el tiempo de la historia, un segmento del discurso en cero.
La narradora continuamente esboza recuerdos de su juventud con su amiga Lorenza, que devienen por la contemplación de la pareja. La joven tiene una expresión “chachonda”, de “hembra ganosa” que despierta la envida en la narradora y recuerda cuando ella y Lorenza eran jóvenes y deseadas por los clientes del congal:
No importaba quien fuera el cliente: éramos bien jariosas y nos gustaba tanto el hombre… Pero los años no nomás se llevan lo bonita de una; también las ganas y nos dejan la pura nostalgia .
Las miradas que la pareja despiertan entre los personajes son descritas por la narradora, por ejemplo cuando la joven se levanta a llevarle unas cervezas y los briagos despiertan para ver a la “güerita de cara angelical”. El espacio descrito por la narradora lleva una función de verosimilitud acerca del ambiente y léxico fronterizo; acerca del uso del lenguaje en los relatos, Pimentel apunta:
La dimensión icónica del lenguaje, producida por un grado creciente de particularización, se da entonces no sólo en el nivel de la constitución semántica de un lexema aislado sino en el nivel discursivo, ya que los adjetivos y toda suerte de frases calificativas también cumplen con esta función particularizarte .
Conforme avanza el tiempo de la historia, los acontecimientos se aceleran. La madrugada esta por caer y es cuando la joven reanima el ambiente nocturno. Es primero el joven, quien un tanto “colorado”, se levanta al baño y como sincronizados, al llegar él, la joven se mueve hacia el baño pasando por la pista de baile:
Al atravesar la pista, aún vacía por la pausa entre pieza y pieza, se detuvo para aventarse un palomazo de unos pasos de baile. [..] Creí que iba a echarse a volar cuando menos lo esperáramos y sentí una especie de ahogo por la emoción. [..] Aunque bailó nada más unos segundos, sus movimientos agitaron el ambiente .
Al inicio del cuento, la narradora habla de su comadre Lorenza, quien está enferma y no puede seguir trabajando; cuando la joven baila, la narradora recuerda por última vez, esa noche, a su compañera de juergas: “¿Sabes que me gustaría? Que cuando me muera en vez de velorio me organicen una pachanga. Me voy a ir más contenta si quienes me quieren están dándole gusto al cuerpo” . Los jóvenes reaniman a los espectadores que conocemos a través de la narradora quien mantiene la mirada fija en ellos. La descripción física de los jóvenes es acentuada por la narradora, después que ellos inician una especie de rito erótico entre dobles:
Me fijé en que eran muy semejantes. Como hermanos. No lo había notado y me dio curiosidad. Forcé la vista para fisgonearlos bien, y un estremecimiento me puso el pellejo de gallina. No nada más parecían hermanos, sino gemelos: quitándole a ella el cabello, y sin tomar en cuenta la diferencia en los tamaños, se podría jurar que habían nacido de la misma madre o el mismo padre .
Los jóvenes se besan pero no con lujuria sino con un deseo de conocerse; dos seres asexuados que inician la exploración del cuerpo ajeno: “Se manoseaban uno al otro como si se estuvieran reconociendo, como si durante mucho tiempo no hubieran podido estar juntos […] con un gesto más de fisgón que de lujurioso”. La narradora explica que nadie se movía todas las miradas estaban fijas en la pareja, incluso las luces apuntaban a los amantes, quienes seguían absortos en su exploración: brillaban. Las descripciones de la pareja, sobre la belleza y perfección, concuerdan con la idea que Pimentel acerca de la subjetividad de la voz narrativa:
La narradora detalla el sentimiento general de los espectadores, cuando la joven se arrodilla y comienza a desabrochar el pantalón de el joven; las descripciónes se acentúan cuando la narradora y don Chepe comienzan a participar en la atmosfera erotica que crea la joven pareja, tras el inicio del contacto sexual de la pareja, la narradora comienza a recordar sensaciones al igual que su pareja:
Dejé de mirar cuando sentí la mano de don Chepe quemándome los muslos por debajo de la falda. Lo encaré y, sin darme tiempo de nada, me besó igual que lo hacía en nuestros mejores años antes de subir a la recámara. [..] Gemí cuando, con la otra mano, llevó la mía hacia su bragueta y mis dedos agarraron su fierro duro, vuelto a nacer .
Las miradas de esfuman cuando los presentes, envueltos en la atmósfera erótica creada por los jóvenes, se marchan a “acariciarse como animales” , buscando un cuarto donde terminar la noche. La joven pareja revive la sexualidad entre la narradora y don Chepe, quienes - según el foco de ella- vuelven a amarse y disfrutan placeres que creían imposibles; y el encanto dura sólo esa noche:
Claro, al despertar todo el cuerpo nos dolía. Pero esa felicidad recuperada después de haberla perdido muchos años atrás, esos minutos que alargamos como si fueran los últimos, nos convencieron a los dos de que ya nada nos faltaba y que hora sí podemos morir tranquilos…
El cambio de los personajes se da cuando llegan de los jóvenes al congal, puesto que ellos cambian la rutina en una lugar y logran revivir momentos olvidados y cambiar incluso a los agentes externos – como los gringos- a la vida nocturna. El cambio más relevante es el de Lorenza, quien al inicio de la narración conocemos enferma y que su desenlace es el cierre del cuento: “La Lorenza tenía una sonrisa de felicidad como nunca se la vi antes. Sí, estaba muerta. Bien muerta. Pero Feliz.”
La pareja de jóvenes angelicales es recordada por la narradora, pero los demás asistentes aumentan las versiones sobre la noche de la muerte de la Lorenza. La narradora deja entrever que son unos ángeles que vinieron por Lorenza y en el camino le cumplieron un último deseo a ella y Don Chepe. La petición de Lorenza se cumplió. Igual que nadie ve entrar a los personajes, en la madrugada – entre el alcohol, el barullo y las hormonas excitadas- nadie los vio salir. La muerte -en este cuento- es visto como un deseo cumplido, en el cual todos los personajes viven una noche más de excesos para darle una feliz despedida a Lorenza. Una infinita búsqueda de la amistad, el goce y la fiesta. La historia transcurre en unas cuantas horas en un congal fronterizo y sólo la narradora sabe quienes fueron los ángeles que hicieron un milagro- en la vida de ella y los demás personajes- en una noche olvidada hasta por los mismos personajes.
Conclusión:Graciela Reyes menciona que: “La narración literaria es un acto comunicativo entre un narrador y un narratario, ambos construcciones textuales, ambos parte de la ficción”. La voz narrativa de Nadie los vio Salir envuelve al lector en el imaginario del bar y trasluce el tejido social de la frontera; Eduardo Antonio Parra hace una apropiación de imaginario del bar en Nadie los vio Salir y trasluce el tejido social de la Frontera: “La frontera deja más vulnerable y transparente a los hombres, esto siempre me ha gustado, un ser humano en situación límite es un ser humano más real, auténtico y espontáneo. No existen tantas máscaras como las que uno tiene en una vida tranquila, convencional o tradicional, cuando uno está en situación límite sale la esencia, y eso se ve mucho en las regiones fronterizas.”
Bibliografía:
Parra Eduardo Antonio, Nadie los vio salir. Era, México, 2001, 37 p.
Pimentel Luz Aurora, El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa. Siglo XXI- UNAM, México, 1998, 191p.
Tacca Oscar, Las voces de la novela. Gredos, Madrid, 1989, 213p.
Bajtín Mijail, Estética de la creación verbal. Siglo XXI, México, 2003, 396p.
Reyes Graciela, Polifonía textual. Gredos, Madrid, 1984, 288.
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